viernes, 24 de mayo de 2013

Noticia relacionada con el tema 14:''La familia, hogares producción y consumo''.

 
 
Al doctor Moreno le desagrada sobremanera que le interrumpan en medio de la cirugía. A todo el equipo le molesta, pero al doctor Moreno, de un genio difícil de domeñar, le produce un escozor indescriptible. Irrumpir en el quirófano es como profanar el sancta sanctorum. Aquel día, sin embargo, lo hicieron. Sabían que se iban a tener que enfrentar a una hidra de nueve cabezas, pero lo hicieron. Su padre acababa de ingresar de urgencias en la Clínica de la Luz, apenas unos pisos debajo de donde él se encontraba operando en ese mismo momento. Le llamaron para que acudiera de inmediato. Dijo que no. Su padre, médico como él, tenía una máxima grabada a fuego: “Lo primero y lo último siempre es el paciente”.
Moreno prosiguió con la operación. Debía centrarse en el enfermo, al que tenía en frente con el estómago abierto. Las manillas del reloj apenas habían avanzado cuando el ayudante le comunicó la fatal noticia: su padre acababa de fallecer. La ya de por sí silenciosa sala de operaciones, quedó muda. “Nuestro más sincero pésame”, se condolieron. “Vete, ya terminamos nosotros”. Sin esbozar siquiera una mueca, el doctor Moreno se negó con la misma frialdad que el acero del bisturí que sujetaba entre sus dedos. “El señor que está encima de la mesa no tiene ninguna culpa de que mi padre haya muerto”, sentenció. Otro de los principios que su progenitor le había transmitido de niño era que “en la vida siempre había que andar recto como una encina”.
Enrique Moreno González, 71 años, es Premio Príncipe de Asturias, doctor honoris causa por más de veinte universidades, único europeo que ha accedido al cargo de governor de la Sociedad Americana de Cirujanos y una eminencia en aparato digestivo y trasplante hepático. Fue pionero en la técnica del split, esto es, dividir el hígado de un donante por la mitad para dos personas, y también lo es en cluster o multivisceral, operación que dura quince horas y en la que se cambian todos los órganos al paciente. Estómago, hígado, duodeno… Todos. La primera intervención de este tipo la practicó en 2006 a una chica de Zaragoza. Hace diez días la volvió a repetir con éxito en Tenerife. Igual que un coche. Lo dejas en el taller de reparación, el mecánico lo vacía y te monta un chasis nuevo.
Es dueño de manos tan virtuosas, pulso tan preciso, mente tan creativa, que sus colegas norteamericanos jamás entendieron por qué se decantó por España para ejercer la medicina con las posibilidades que le ofrecía la tierra que vio nacer a George Washington. Cuando en diciembre de 1989, el que fuera presidente del Banco de Vizcaya, Pedro Toledo, que arrastraba un cáncer de hígado terminal, viajó de urgencia a Estados Unidos en un último intento por salvar su vida, los médicos que le atendieron en la Clínica Mayo de Rochester se lo reprocharon: “Pero hombre, qué hace aquí cuando el mejor especialista lo tiene usted en España”.
Es dueño de manos tan virtuosas, pulso tan preciso, mente tan creativa, que sus colegas norteamericanos jamás entendieron por qué se decantó por España para ejercer la medicina con las posibilidades que le ofrecía la tierra que vio nacer a George Washington
Pues bien, Enrique Moreno, el mismo cirujano que hace más de una década prefirió terminar una intervención antes que velar el cuerpo de su padre, acaba de ser denunciado por la familia de Enrique Morente. El cantaor era uno de sus pacientes. Falleció a las 16.40 horas del pasado lunes 13 de diciembre. En la denuncia acusan al doctor y su equipo de negligencia médica por el funesto desenlace de la operación. La familia del difunto, además, aduce que no fue informada del coma profundo en el que cayó Morente hasta cinco días después, unas palabras que extienden la sombra de duda sobre un hombre sin más mácula que la altanería propia de los superhombres.
Ha sido tal la presión sobre el equipo médico que la Clínica de la Luz no ha tenido más remedio que emitir un comunicado en el que explica que la operación no fue de úlcera, como algunos medios habían apuntado, sino de un cáncer de esófago de 4,5 centímetros con metástasis linfáticas, una cirugía con una tasa de mortalidad muy elevada. Sólo ya la saturación resulta enormemente compleja.
Aun así, representantes de la cultura se han apresurado a crucificar a Moreno antes de conocer los resultados de la autopsia. Todo ello porque la española es una sociedad poco acostumbrada a aceptar los contratiempos. Cuando acontece la fatalidad, raramente se asume sino que se mira al cielo y se apunta directamente a Dios. En este caso, la figura que tenía más a mano la familia era la del profesor Enrique Moreno, que no es Dios pero se le parece. Los pacientes acuden a él cuando ya no hay nada que hacer. Es el último recurso. “Los milagros sólo los puede hacer Enrique, pero eso no significa que Enrique siempre pueda hacer milagros”, dicen quienes le conocen.
 
 
COMENTARIO DE LA NOTICIA:
En esta noticia se ve como una familia pide ''justicia'' por la muerte de un familiar muerto a consecuencia de un supuesto fallo de un médico, el cual es un médico bastante bueno, pero que como se dice en la noticia, no es Dios. La familia del fallecido no sabe exactamente cual fue la causa de la muerte, pero como a cualquier persona cuando rebicimos esa cruel noticia de la perdida de un ser querido, nos aferramos a cualquier motivo o excusa para entender el por qué de la pérdida.

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